Un domingo 29 de noviembre del 2009 a las 10:59 de la noche
decidí comenzar a elaborar un proyecto de investigación que se me había
solicitado una semana antes.
Me encontraba sentada en la mesa del comedor escribiendo a
mano mi glosario, cuando de pronto suena el teléfono de la casa, por lo qué me apresuro a contestar, sin embargo mi madre se anticipa y me arrebata
el teléfono. Ansiosa observo la expresión en su cara al escuchar la terrible
noticia... el corazón de mi mejor amigo había dejado de latir... sentí mi mundo
desvanecerse.
Mi madre apresurada toma un suéter y procede a trasladarse
al hospital donde se encontraba ingresado.
Yo impactada por la noticia me quedo sentada en la silla, no
sabía que seguía, en mi corta vida jamás había perdido a un ser querido tan
cercano como él. Intentando pensar claramente sobre lo que había pasado seguía
transcribiendo mi trabajo, no sé cómo, pero logré dormir esa noche.
Al día siguiente entré a la escuela sosteniendo con fuerza mi proyecto terminado, listo para entregar, todas las personas que nos conocían me abrazaban y me decían lo mucho que lo sentían, el camino a mi aula se me hizo eterno después de unos cuantos abrazos. Ese día me senté inerte en el salón de clases sentía que todos se movían demasiado rápido y lo único que esperaba era qué terminarán las clases.
Ese día mi madre fue por mi a la escuela, mis hermanas me bañaron y arroparon para ir al velorio. En la iglesia lo único que quería era verlo y despedirme de él, cosa que no pude hacer por qué había demasiada gente que me abrazaba y decía lo mucho que lo sentía... yo solo quería ver su rostro para recordarlo, estaba consciente que no lo vería nunca más y no tenía ninguna foto para recordarlo. Para mi mala suerte mi deseo de despedirme no se cumplió, su madre me abrazó, tomó mi mano y me subió a un auto. Lo único bonito que recuerdo de ese día era como el sol se iba ocultando e iluminaba las lápidas con tonos naranjas y amarillos. Ese día llegue a mi casa me recosté mirando el blanco techo, estaba sola pero sentía una paz inmensa, me sentía ligera, sentía que podía elevarme y tocar el techo... ese día comencé a soñar con él todos los días, algunos días me pedía agua, otros solo venía a jugar conmigo, pero un día tomo mi frente y me dijo que todo estaría bien, que tenía que marcharse, flotó sobre mi y me dijo adiós...
Autor: Vatzia